Fugas de anticongelante: cómo reconocerlas y qué hacer para evitar daños mayores

Fuga anticongelante

El anticongelante —también llamado refrigerante— es el gran aliado del sistema de refrigeración: controla la temperatura del motor, evita el sobrecalentamiento y protege contra la corrosión. Por eso, cuando hay una fuga, el riesgo se multiplica. 

Señales de fuga de refrigerante que no debes pasar por alto 

Las fugas rara vez aparecen de golpe. Suelen anunciarse con pequeñas pistas, como manchas de color bajo el vehículo, olor dulce, descenso frecuente del nivel en el depósito de expansión o fallos en la calefacción.  

Además, si al medir el nivel aceite se observa una emulsión que tiene aspecto lechoso, podrías estar ante una pérdida o fuga interna que requiere diagnóstico inmediato. Ignorar estos indicios puede conducir a sobrecalentamiento, pérdida de rendimiento y, en el peor de los casos, a daños en la junta de culata. De esta forma, reaccionar a tiempo marca la diferencia entre una reparación sencilla y un problema mayor. 

Por qué se producen las fugas de anticongelante 

El sistema de refrigeración trabaja a presión y a alta temperatura, por lo que cualquier punto débil puede convertirse en una fuga

  • Tapón del radiador o del depósito: su función es mantener la presión adecuada. Si la válvula interna falla, el circuito “escupe” refrigerante y el nivel cae sin que necesariamente veas un goteo claro. 
  • Mangueras y uniones: el caucho envejece, las abrazaderas pierden tensión y aparecen fisuras. Es habitual detectar restos secos del color del anticongelante en bocas de conexión. 
  • Radiador: la corrosión, pequeños impactos o un panal obstruido pueden derivar en sudoraciones y fisuras. A simple vista, suelen apreciarse áreas húmedas u oscuras. 
  • Bomba de agua: cuando el sello mecánico cede, aparece un goteo por el orificio de alivio de la bomba. Muchas veces solo se detecta con el motor en caliente o en pruebas de presión. 
  • Termostato y carcasa: las juntas fatigadas filtran, especialmente tras intervenciones previas si no se purgó correctamente. 
  • Radiador de calefacción: una fuga aquí no siempre se ve desde el vano motor. Delata humedad en el piso del acompañante y un olor dulce en la cabina. 
  • Tapones del bloque motor: la corrosión puede perforarlos con el tiempo. 
  • Junta de culata: es el escenario menos deseado. El anticongelante puede pasar a la cámara de combustión (vapor blanco) o mezclarse con el aceite (emulsión). La causa habitual es un sobrecalentamiento previo prolongado. 

Cómo actuar ante la sospecha de una fuga de refrigerante

Primero, seguridad. Si la temperatura sube o ves vapor, detente y deja enfriar el motor. No abras la tapa del radiador en caliente: el sistema se encuentra presurizado y podrías sufrir quemaduras. Una vez frío, comprueba el nivel en el depósito de expansión.  

Si es necesario, realiza un relleno de emergencia, a ser posible con mezcla 50/50 de anticongelante y agua destilada para llegar al taller. El uso de solo agua es una solución provisional que conviene corregir cuanto antes, ya que reduce la protección anticorrosiva y el punto de ebullición. Si la aguja vuelve a subir, apaga el motor y solicita asistencia. 

También debes de tener en cuenta que el diagnóstico profesional en un taller te ahorra tiempo y dinero. Una prueba de presión del sistema permite localizar pérdidas sin arrancar el motor: se presuriza el circuito y se observa dónde aparece el goteo. En fugas muy leves se recurre al tinte UV, que revela microfiltraciones con una lámpara especial. Si hay síntomas de fuga interna, se complementa con pruebas químicas para detectar gases de combustión en el refrigerante y una revisión del aceite.  

Además, no todos los casos implican grandes facturas. Por ejemplo, sustituir una tapa del radiador o una manguera suele ser rápido y económico. En cambio, la reparación de una junta de culata es la intervención más compleja: requiere desmontaje, planeado y cambio de tornillería y juntas, además de fluidos nuevos. 

Prevención: la mejor forma de ahorrar  

La mayoría de las fugas se pueden evitar con un mantenimiento simple pero constante. Respetar los intervalos de cambio de anticongelante recomendados por el fabricante —habitualmente entre 2 y 5 años— mantiene los aditivos activos y la protección anticorrosiva. También evitar mezclar tipos, ya que lo importante es cumplir la especificación del vehículo.  

Además, recuerda comprobar de forma periódica el nivel de anticongelante y el estado de la tapa del radiador y las mangueras. Y tampoco olvides los ventiladores, relés y termostato: su buen funcionamiento ayuda a que el sistema trabaje sin sobrecargas. Por último, ten en cuenta que, tras cualquier intervención en el sistema, una purga correcta es clave

Identificar a tiempo las señales, entender las causas —desde una simple tapa del radiador hasta una junta de culata— y acudir a un diagnóstico profesional evitará averías costosas y prolongará la vida del motor. Ante cualquier sospecha, agenda una revisión con tu taller de confianza.